No es fácil encasillar a The Color Forty Nine. Su música es un elegante misterio, espacioso y exuberante, evocadora y jubilosa. Es un balance entre temas divergentes y paisajes sonoros, sutilmente desvinculado de lo predecible. La música es un reflejo del desierto en las complejidades de las ciudades fronterizas de San Diego y Tijuana, las bardas indeseadas, la mezcla de culturas, los inmensos cielos.
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